domingo, 24 de abril de 2016

Neurogénesis: Cómo estimular el nacimiento de neuronas?

Es aún frecuente que se crea que nacemos con toda la cantidad de células cerebrales o neuronas que tendremos para la vida. Y es por esta razón que algunos científicos consideran que el daño cerebral es irreversible, la enfermedad neurológica imparable, y el declive cognitivo una cuestión inmodificable; aún hay mucho desconocimiento y confusión respecto del tema. Pero estudios en la última década, encabezados por las neurociencias, demuestran en forma fehaciente, que incluso los cerebros adultos generan nuevas células. Desde entonces, mucha de la investigación de esta disciplina, está en este momento concentrada en este tema y posiblemente pronto empezaremos a tener noticias acerca de cómo el fenómeno de la neurogénesis, intervenido por la ciencia, podrá ser utilizado en pro del bienestar del hombre.
   
La neurogénesis es el proceso mediante el cual nacen nuevas neuronas. Pero para que esto suceda, deben también morir otras. El solo hecho de que mueran neuronas desencadena ciertos “factores de crecimiento” en el cerebro que estimulan la formación de otras nuevas. Este proceso permite que el nacimiento de neuronas se mantenga dentro de cierto rango, y de esta manera se asegura que los circuitos cerebrales funcionen siempre bien – al menos en condiciones normales – porque hay una renovación controlada.  

En general, todo lo que favorezca la salud cerebral favorece también la neurogénesis. Resulta de gran interés conocer qué la incrementa y qué la reduce, ya que aumentarla redundaría en el mejoramiento de la memoria, el estado de ánimo, y la prevención del declive cognitivo asociado a la edad.

Durante el envejecimiento, el proceso de neurogénesis va cambiando, y mueren más células de las que nacen. Adicionalmente, hay factores de tipo comportamental, ambiental, farmacológico y bioquímico que pueden afectar de manera negativa la neurogénesis, y otros que se sabe la estimulan. Sobre algunos no tenemos mayor control, pero sobre muchos de ellos sí!

El ejercicio cardiovascular, así como también el yoga, por ejemplo, son poderosos métodos para promover la neurogénesis. Tienen amplios beneficios para la salud mental y física y además ayudan a aliviar el estrés - el cual bloquea la neurogénesis! Algunos estudios han demostrado que cuanto más frecuentemente se ejercita, mayores son los beneficios.

Ahora bien, es importante que también estas nuevas neuronas sean estimuladas a través de interacción social o de ejercitarnos mentalmente para que ellas se integren a circuitos cerebrales ya existentes, o vayan generando nuevos. Cuando las recién nacidas no son estimuladas, mueren (por falta de uso). Mantenernos activos mentalmente, aprendiendo cosas nuevas, retando el intelecto, así como también compartiendo con otras personas, son costumbres positivas para nuestra salud cerebral. Los seres humanos somos genéticamente “gregarios”; nacimos para socializar, y el aislamiento nos deteriora.

La deprivación del sueño es, definitivamente, una contra de la neurogénesis, así como dormir bien la estimula. El sueño es una necesidad biológica y durante este el cerebro entra en un proceso de desintoxicación – se libera de desperdicios producidos por las neuronas.

La dieta juega un rol significativo sobre la salud cerebral y la neurogénesis. El exceso de azúcar refinada, por ejemplo, tiene un efecto negativo sobre el cerebro, y las comidas procesadas y refinadas deberían evitarse. Algunos alimentos tienen un efecto directo sobre el proceso de la neurogénesis y la salud cerebral en general. Se sabe por ejemplo, que la cúrcuma contribuye de manera muy favorable y adicionalmente tiene propiedades antidepresivas bastante poderosas. Estudios muy recientes aseguran que el aceite de coco tiene asombrosos beneficios sobre el declive cognitivo. El omega 3 es también fuente de salud cerebral. Yo prefiero la de origen vegetal, presente en las semillas de chía, las nueces, la linaza y el cáñamo. Seguir una dieta con restricción calórica (reducción de ingesta de calorías con nutrición optima) se asocia a un aumento de los factores neurotróficos derivados – una familia de proteínas que favorece la neurogenesis y la supervivencia de las células neuronales. Esta dieta también favorece la longevidad en general.

Se conoce que el uso crónico del alcohol es uno de los hábitos que más deteriora la neurogénesis, al igual que el cigarrillo y las sustancias psicoactivas.

Finalmente, la meditación –cuyos efectos ya constituyen un subcampo de estudio dentro de la investigación neurológica- induce una cantidad de cambios bioquímicos y físicos denominados globalmente como la “respuesta de relajación”. Una de las transformaciones que se han podido medir es sobre la química y estructura cerebral. Por ejemplo, en un estudio de la Universidad de Massachusetts sobre Mindfulness – un modo particular de meditación – las personas que meditan podrían estarse beneficiando de un crecimiento a nivel neuronal. Se observaron cambios medibles en la densidad de la material gris de los cerebros de un grupo de meditadores que practicaron durante ocho semanas por 30 mintuos diarios.


La salud cerebral es esencial para todos los aspectos de la calidad de nuestra vida. Cuando nuestro cerebro trabaja bien, nosotros trabajamos bien, porque de él depende nuestro funcionamiento físico, nuestro desempeño mental, nuestro equilibrio emocional, la calidad de nuestro sueño, etc. Mantenerlo en óptimas condiciones depende en gran parte de nosotros, de las decisiones que tomamos, y de nuestro hábitos y estilo de vida.

lunes, 18 de abril de 2016

LO QUE TAL VEZ NO SABE SOBRE EL ALZHEIMER

Las enfermedades degenerativas son afecciones generalmente crónicas que involucran una pérdida progresiva de células nerviosas (o neuronas) y que en consecuencia derivan en una serie de signos y síntomas a nivel neurológico. Dentro de las enfermedades degenerativas se encuentran las demencias progresivas – siendo la más preponderante (60%) la enfermedad de Alzheimer. Se estima que en todo el mundo hay alrededor de 24 millones de personas con Alzheimer.
  
La persona que padece de Alzheimer presenta un deterioro a nivel cognitivo, cambios desadaptativos en su comportamiento y de la personalidad que van en aumento. Eventualmente la persona pierde su “libre albedrío” y ya no tiene acceso a su ser total.

El Alzheimer es diagnosticado a través de una evaluación médica exhaustiva. No existe ningún examen que muestre si una persona efectivamente lo padece. Sin embargo, hay una prueba de sangre que identifica si se tiene la apolipoproteina E4, o gen E4, lo cual representa un riesgo mayor de desarrollar Alzheimer (entre 2.5 a 5 veces más). El 25% de la población presenta este gen. En general, los asesores genéticos no recomiendan hacer este examen, ya que el tener el gen E4 no confirma si se desarrollará o no el Alzheimer, sino solo que se tiene una mayor probabilidad.

El 95% de las personas que tienen Alzheimer no se les diagnostica sino hasta que la enfermedad se encuentra en etapa de moderada a severa.

Es importante saber que tener problemas con la memoria no significa que se tenga Alzheimer. Varios problemas de salud pueden causar problemas con la memoria y el pensamiento. Cuando síntomas similares a la demencia son causados por condiciones tratables –como la depresión, interacciones entre medicamentos, problemas de la tiroides, el uso de alcohol en exceso, o ciertas deficiencias de vitaminas– éstos pueden ser revertidos. Por otro lado, es esperable un cierto grado de declive cognitivo que viene con la edad y que podría comenzar a manifestarse a partir de los 50 años.

La exposición a ciertos tóxicos pueden ser factores detonantes en una persona con riesgo de desarrollar Alzheimer. Desde el mercurio (neurotóxico) encontrado en casi todos los pescados y los empastes dentales (amalgamas), hasta los preservantes de las vacunas, son areas controvertidas que deben ser consideradas.

Por ejemplo, en un estudio conducido por el Dr. Hugh Fudenberg (inmunogenetista), se reportó que las personas que se habían puesto 5 vacunas contra la Influenza consecutivas aumentaban el riesgo de Alzheimer 10 veces comparado con las personas que se aplicaban la misma vacuna una, o dos veces, o no se la ponían. La explicación que da el Dr Fundernberg a este hecho es que el mercurio y aluminio que estas vacunas poseen resulta tóxico para el cerebro.

Otros elementos cuestionados en esta misma línea son los endulzantes artificiales (sustitutos del azúcar) y el glutamato monosódico o MSG (realzante del sabor presente en muchos alimentos procesados, “paquetes”, cubitos, sopas de sobre, etc.).

Por otra parte, es bien sabido que las personas que se mantienen activas mentalmente, comparadas con las que no lo hacen, reducen la posibilidad de desarrollar Alzheimer a una tercera parte. Así lo comprueba, entre muchas otras, una famosa investigación denominada el “Estudio de las Monjas”, en la cual Rush University Medical Center de Chicago estudiaron a 801 monjas adultas mayores involucradas en actividades mentalmente estimulantes y la forma como evolucionaron sus historias cognitivas.  También se concluyó que, en general, las personas mentalmente activas reducen su declive cognitivo relacionado a la edad en habilidades mentales generales en un 50%, en concentración y atención en un 60%, y en velocidad de procesamiento en un 30%. Lo anterior se entiende por un principio muy conocido dentro de las neurociencias: “úsalo o piérdelo”. Este hace referencia a que los circuitos neuronales terminan muriendo si no están en actividad. Asimismo, otros estudios afirman que las personas con mayor nivel educativo tienen menor riesgo de padecer Alzheimer y declive cognitivo.

El ejercicio, entre sus incontables beneficios, tiene la capacidad de disminuir el riesgo de Alzheimer. Por un lado, porque mejora el sistema circulatorio ayudando a mantener un mejor flujo sanguíneo hacia el cerebro (y todo el cuerpo), aumentando la entrega de glucosa y oxigeno. También se reduce el daño de neuronas por sustancias tóxicas. Adicionalmente, el ejercicio protege el hipocampo de condiciones altamente estresantes, lo cual mata las células de esta estructura deteriorando la memoria. 

En los últimos años se ha reportado que la vitamina E podría ser un factor protector en la demencia. Se ha reportado que tomada en dosis altas (1000 I.U. dos veces al día) en personas que ya tienen síntomas de Alzheimer, la vitamina E retarda el progreso de la enfermedad en un año. Y en dosis de 400 I.U. o más por día reduce el declive cognitivo normal en los individuos. Junto con la vitamina E, la vitamina C, también tomada en dosis altas, se ha asociado a una disminución de 20% menos de posibilidades de desarrollar Alzheimer.